En un principio lo que te hace decantarte hacia un
experimento u otro es tu personalidad. Creo que este experimento puede estar en
concordancia con la mía, y por eso lo elegí. Los demás me resultaban
incoherentes para realizarlos yo, lo que no quiere decir que otra persona no
pueda realizarlo correctamente. Es como si este experimento me hubiera elegido
a mí, en lugar de yo a él.
Tras leer las sensaciones que produjo el mismo experimento
en otra persona me dispuse a realizarlo yo misma, pero pensé que sería
interesante dividir este experimento en dos partes: Una primera parte con lo
que creo que voy a sentir, y una segunda con lo que una vez realizado el
experimento, he sentido.
Sinceramente, en un primer momento pensé que este
experimento iba encaminado a ponerte en el lugar de una persona ciega, que
tiene que realizar actividades que nosotros consideramos fáciles y cotidianas,
pero que para él no lo son tanto.
Con esta mentalidad comencé a pensar que la tarea de
ducharse no es tan sencilla y puede resultar peligrosa. Creo que estas personas
tienen que tener todo muy ordenado, para ser capaces de distinguir un producto
para el cabello de otro para el cuerpo, o muy desarrollados otros sentidos como
puede ser el olfato. Así serán capaces de saber con el olor cuál es cada
producto. Pero sinceramente, ¿seríais capaces de diferenciar el olor de vuestro
champú del de vuestro gel? Creeréis que sí, pero estoy segura que es un no,
porque al ver los productos no damos importancia a los pequeños detalles como
son su olor, su tacto…
Con todo esto me disponía a ducharme fijándome en los
pequeños detalles, a disfrutar del tacto del champú en mi pelo o del gel en mi
cuerpo, a disfrutar de la mezcla de olores que ambos formarían en el aire
cálido del baño…
Pero una vez realizado el experimento me he dado cuenta que
la experiencia va mucho más allá.
Me dirigí a la ducha con ganas y mucha curiosidad. Cuando
comencé todo me pareció un poco absurdo y agobiante, pero cuando me propuse no
pensar en nada y concentrarme únicamente en el agua deslizándose por mi cuerpo,
mi opinión acerca del experimento cambió radicalmente.
Como a todos los seres humanos, me costó cierto tiempo poder
huir de mis pensamientos. Esto se debe a que siempre estamos tan preocupados
por todo que somos incapaces de desconectar del exterior y tener nuestro propio
momento. Ese propio momento tan importante e íntimo que todos necesitamos tener
con frecuencia para sentirnos en paz con nosotros mismos y así poder disfrutar
de nuestras relaciones con los demás.
Repentinamente, sin darme cuenta, llegó un momento en el que
solo oía el agua que tapaba mis oídos. Era incapaz de concentrarme en otra cosa
que no fuera el agua. Todos mis pensamientos volaron fuera de mi cabeza. Fueron
solo unos segundos, pero os aseguro que me sentí tan realizada que llegue a
comprender la finalidad del experimento. Es una sensación que no se puede
expresar con palabras, así que os animo a que realicéis uno de los experimentos
de este gran libro.
Para concluir, me parece interesante señalar la gran
diferencia existente entre lo que creía que iba a sentir y lo que
verdaderamente sentí tras realizar el experimento. Es curioso como creí que el
experimento iba encaminado a preocuparnos por los demás y ponernos en su piel,
cuando la finalidad de este era conectar conmigo misma.